El ahorro no solo implica guardar dinero para necesidades futuras, sino que también se traduce en seguridad financiera y libertad. Permite a las personas enfrentar emergencias inesperadas, realizar inversiones inteligentes y cumplir metas a largo plazo, como comprar una casa, financiar la educación de los hijos o disfrutar de la jubilación con tranquilidad

Según la , en México, 7 de cada 10 personas hacen ahorros, sin embargo, la mayoría de ellos lo hacen mediante instrumentos informales y sin una estrategia.

Es por ello que en compartimos la regla del 50/30/20, la cual es recomendada por especialistas e instituciones financieras, para que las personas puedan cumplir sus objetivos financieros, siguiendo esta estrategia.

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¿Qué es la regla 50/30/20?

Es una estrategia de presupuesto personal que sugiere asignar ciertos porcentajes de los ingresos a diferentes categorías de gastos. Esta regla fue popularizada por la senadora estadounidense Elizabeth Warren en su libro "All Your Worth: The Ultimate Lifetime Money Plan", publicado en 2005. Si bien no la inventó, ella la dio a conocer como una guía simple para la gestión financiera personal.

Esta estrategia está dividida de la siguiente manera:

El 50 por ciento va para las necesidades: Este porcentaje se destina a cubrir gastos esenciales y básicos, como vivienda, alimentos, servicios públicos, transporte y seguro de salud. Estos son los gastos que no puedes evitar y que son necesarios para mantener la calidad de vida de la persona.

El 30 por ciento para “gustitos”: Esta parte del presupuesto se reserva para gastos discrecionales o no esenciales, como entretenimiento, comer fuera de casa, viajes, compras de ropa, hobbies, etc. Estos son los gastos que no son necesarios para la supervivencia, pero que mejoran la calidad de vida y permiten a las personas disfrutar de los ingresos generados en el trabajo.

El 20 por ciento para el cochinito y la tarjeta: El último porcentaje de los ingresos se asigna a dos propósitos principales: ahorros y pago de deudas. Esto incluye contribuciones a las cuentas de ahorro, fondos de emergencia, pagos adicionales para saldar deudas (como tarjetas de crédito, préstamos estudiantiles, etc.), e inversiones para el futuro financiero, como fondos de jubilación.

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