Comprar una vivienda en Nueva York no significa lo mismo que hacerlo en Pekín. Los derechos de propiedad siguen marcando una de las diferencias más claras entre Estados Unidos y China, e incluso en México.
En nuestro país y en la Unión Americana, adquirir una casa implica ser dueño absoluto tanto del inmueble como del terreno. En cambio, en China lo que se otorga muchas veces es un derecho de uso del suelo por un plazo determinado, junto con la edificación construida sobre él.
Esta diferencia es importante para quienes buscan invertir, migrar o entender cómo se construye patrimonio en las dos economías más grandes del mundo.
En Estados Unidos, la Quinta Enmienda de la Constitución protege la propiedad privada y establece que el gobierno solo puede expropiar un bien pagando una compensación justa. A este principio se le conoce como eminent domain.
Un ciudadano que compra una casa obtiene la titularidad completa del terreno y la construcción (fee simple). Esa propiedad es heredable, transferible y perpetua, salvo casos excepcionales en los que el Estado intervenga para obras públicas.
Desde el caso Kelo v. City of New London (2005), que autorizó expropiaciones para proyectos de desarrollo económico, más de 40 estados han reformado sus leyes para limitar el alcance del eminent domain.
En la Constitución de la República Popular China se establece que la tierra urbana pertenece al Estado y la rural a las colectividades. Es decir, los particulares no pueden ser dueños del suelo.
Cuando alguien compra un departamento en Shanghái o Pekín, en realidad obtiene:
Derecho de uso de la tierra por 70 años en vivienda, 50 años en uso industrial y 40 años en uso comercial.
Propiedad de la construcción, que puede vender, heredar o hipotecar durante ese plazo.
Las reformas recientes, incluidas las de 2024 y 2025, reforzaron la protección de las comunidades rurales frente a expropiaciones y dieron mayor certidumbre a los procesos de compensación.
Sin embargo, la decisión sobre la renovación de los derechos al vencer los plazos sigue dependiendo de la política estatal.
El gobierno ha señalado que los derechos son renovables.
Sí, mediante el eminent domain, pero debe pagar compensación justa y el propietario puede impugnar en tribunales.
El sueño americano se sostiene en la propiedad privada plena y protegida por la Constitución. El sueño chino ofrece acceso a la vivienda, pero bajo un esquema donde el suelo nunca deja de ser del Estado. Ambos modelos muestran fortalezas y riesgos: Estados Unidos con un sistema jurídico sólido y litigable como el de México, y China con reformas que buscan más seguridad pero sin modificar la esencia de su modelo socialista de propiedad. Acerca del autor: Javier Ramírez es periodista financiero especializado en economía digital, inteligencia artificial, fintech, negocios e inversiones; escribe todos los días en DeDinero de El Universal.