La explosión de una pipa de gas LP en el Distribuidor Vial La Concordia, en Iztapalapa, el 10 de septiembre, dejó una estela de muerte, dolor y desamparo en la Ciudad de México.
Mientras las cifras oficiales aún se ajustan, con reportes de personas fallecidas y más de 90 lesionados, lo que ya es innegable es que familias enteras, comerciantes y trabajadores de la zona vieron cómo su rutina diaria se desmoronó en segundos.
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De acuerdo con reportes de la Jefatura de Gobierno y Protección Civil, una pipa que transportaba 49,500 litros de gas LP volcó en el distribuidor vial y, tras una fuga, estalló en llamas. El incendio alcanzó decenas de metros de altura y consumió autos, puestos y peatones que se encontraban en el área.
La Concordia es uno de los puntos viales más transitados del oriente capitalino: conecta la autopista México–Puebla con calzadas locales y soporta miles de vehículos cada hora. El siniestro, además de cobrar vidas, paralizó la movilidad en una de las puertas de entrada y salida más importantes de la CDMX.
La zona de La Concordia no solo es un paso vehicular. Está rodeada de transporte público y rutas cotidianas de los habitantes:
Metro CDMX: estaciones como Acatitla, Iztapalapa y Constitución de 1917 conectan a miles de usuarios que viajan desde y hacia el oriente.
Trolebús y Cablebús: ambos sistemas tuvieron interrupciones temporales por seguridad tras el incendio.
Microbuses y RTP: las rutas de transporte concesionado que atraviesan Zaragoza y Ermita se vieron detenidas por varias horas, complicando los trayectos diarios.
Para muchas familias de colonias cercanas, ir por el pan, acudir al trabajo o llevar a los niños a la escuela implicó caminar más, esperar horas y gastar más dinero en traslados.
En los alrededores del puente se concentra un corredor de comercio popular: puestos ambulantes, tienditas y vendedores que dependen del tránsito de peatones y automovilistas.
Varios testimonios recabados por medios muestran que muchos de ellos perdieron mercancía, locales improvisados y la posibilidad de trabajar.
No hay aún un censo oficial del número de negocios destruidos, pero vecinos y comerciantes hablan de pérdidas que afectan directamente el ingreso de familias completas.
Más allá de las cifras, los testimonios revelan el verdadero costo humano. Una mujer fue noticia al proteger a su nieta durante la explosión, quedando con graves quemaduras.
Vendedores ambulantes relataron cómo corrieron a auxiliar a desconocidos mientras perdían su propia fuente de ingresos.
Familias enteras se trasladaron de emergencia a hospitales, enfrentando no solo el dolor físico, sino la incertidumbre económica.
Estas historias muestran que la tragedia no se limita a las víctimas directas: abarca a quienes dependen de trabajos informales, a quienes recorren largas distancias cada día y ahora deben hacerlo en condiciones más difíciles.
La Fiscalía capitalina abrió una investigación sobre las causas, y las primeras hipótesis apuntan al exceso de velocidad y fallas mecánicas en la unidad. La Jefatura de Gobierno informó de apoyos hospitalarios, alojamiento temporal y paquetes de ayuda para familias afectadas.
Sin embargo, organizaciones vecinales han solicitado un censo público de daños y un plan de recuperación económica para comerciantes y trabajadores informales de la zona.
La Concordia en Iztapalapa no es un punto cualquiera: es símbolo de la vida cotidiana en el oriente de la ciudad. Miles de personas lo cruzan para trabajar, estudiar o vender. ¿Qué pasó con los comerciantes y puestos ambulantes? No existe un conteo oficial, pero testimonios confirman pérdida total de mercancía y suspensión de actividades para decenas de familias. Acerca del autor: Javier Ramírez es periodista financiero especializado en economía digital, inteligencia artificial, fintech, negocios e inversiones; escribe todos los días en DeDinero de El Universal.