Si estás por rentar una casa, un depa o incluso un local comercial, ya sea como inquilino o como dueño, hay algo que no puedes hacer a la ligera: firmar sin entender.
El contrato de arrendamiento es ese papel (a veces larguísimo y con letras chiquitas) que establece todo lo que ambas partes deben cumplir, desde cuánto cuesta la renta hasta qué pasa si se rompe una ventana.
Este documento lo define todo y legalmente es válido. Pero aquí va lo primero: ¿quién es quién en esta historia? Porque aunque suenen parecidos, arrendador y arrendatario no son lo mismo.
El arrendador es la persona que es dueña del inmueble; puede ser una persona física (como un señor que renta su casa) o una persona moral (como una empresa que tiene locales comerciales en renta).
Su papel es bastante claro: dar en uso o goce temporal un bien inmueble a otra persona a cambio de una renta, es decir, pone la propiedad y la otra persona paga por usarla.
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Ahora bien, no se trata solo de cobrar y ya; el arrendador tiene ciertas obligaciones según el Código Civil, por ejemplo:
Ojo, si el arrendador no cumple con estas cosas, el arrendatario puede exigir legalmente que se respeten o incluso dar por terminado el contrato.
Del otro lado tenemos al arrendatario, quien es la persona que usa el inmueble, ya sea para vivir, poner un negocio o cualquier otro uso legal, y paga una renta periódica por ello.
Aquí entra la figura del inquilino, esa persona que muchos hemos sido en algún momento. El arrendatario también tiene sus deberes y derechos muy bien establecidos:
Y claro, tiene derecho a vivir o usar el inmueble sin molestias y a que el arrendador respete su espacio mientras dure el arrendamiento.
Ambas figuras están protegidas por la ley. Si el arrendatario deja de pagar, el arrendador puede iniciar un juicio de desalojo. Si el arrendador no cumple, el arrendatario puede exigir judicialmente el cumplimiento del contrato o su terminación anticipada.
Uno de los puntos más importantes en cualquier contrato es la claridad. Dejar bien establecidos los términos evita malentendidos y pleitos legales. Por eso, se recomienda que el contrato:
Aunque la ley reconoce ciertos acuerdos verbales, un contrato escrito es la mejor manera de protegerte. Sin él, demostrar "quién dijo qué" puede volverse un lío y, además, los derechos se vuelven más difíciles de hacer valer.
Un contrato de arrendamiento bien hecho puede servirte como comprobante de domicilio, aval ante bancos, respaldo para deducir impuestos o incluso como prueba en un juicio.
El arrendador puede acudir ante un juez e iniciar un juicio de desalojo; es importante no tomar acciones por cuenta propia, como cambiar chapas, ya que eso puede ser ilegal.
Las reparaciones mayores (estructurales o por fallas no causadas por el uso) son responsabilidad del arrendador. Las menores o por desgaste normal, corren por cuenta del arrendatario.
Solo si el contrato lo permite. Si no está especificado o si lo prohíbe, hacerlo puede ser motivo para rescindir el contrato.
Datos de ambas partes, descripción del inmueble, monto y forma de pago de la renta, duración del contrato, condiciones de terminación, inventario y reglas específicas.
No. Aunque sea el dueño, no puede ingresar sin autorización del arrendatario mientras el contrato esté vigente. Itzel Navarrete es una comunicóloga apasionada por el poder de las palabras y la creatividad. Escribe sobre finanzas personales en DeDinero.