Durante la campaña presidencial de 2024, Donald Trump encontró un aliado inesperado en Elon Musk, CEO de Tesla y SpaceX. Musk no solo apoyó públicamente al expresidente, sino que además donó más de 250 millones de dólares a su campaña, convirtiéndose en uno de sus principales patrocinadores.
Gracias a esa colaboración, tras la reelección de Trump, Musk fue designado como cabeza de un organismo creado especialmente por el nuevo gobierno: el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), una comisión con la misión de reducir el gasto público y eliminar regulaciones innecesarias.
Este nombramiento fue ampliamente difundido como un gesto de confianza mutua y un nuevo modelo de cooperación entre el sector privado y la política.
La relación comenzó a fracturarse cuando el gobierno de Trump impulsó el polémico proyecto de ley fiscal “One Big Beautiful Bill Act”, que incluía fuertes recortes a programas sociales y eliminaba incentivos para vehículos eléctricos.
Elon Musk calificó esta propuesta como una “abominación repugnante”, argumentando que no solo atentaba contra la innovación, sino que también dispararía el déficit nacional.
Estas declaraciones públicas de Musk no cayeron bien en la Casa Blanca. Trump respondió en su red Truth Social calificando a Musk como “un loco desagradecido”, lo cual desató una guerra mediática entre ambos personajes.
A medida que el conflicto escalaba, Musk lanzó una acusación aún más grave: insinuó que Donald Trump figura en los archivos del caso Jeffrey Epstein y sugirió que esa es la razón por la cual esos documentos aún no se han revelado completamente.
Esta afirmación, publicada en X (antes Twitter), generó un escándalo inmediato en medios y círculos políticos.
Las repercusiones no se hicieron esperar:
Las acciones de Tesla cayeron un 14%, lo que representó más de 150 mil millones de dólares en pérdidas de capitalización bursátil.
Las acciones de Trump Media & Technology Group bajaron un 8%.
La criptomoneda $TRUMP, asociada a la imagen del presidente, perdió un 12% de su valor en menos de 48 horas.
En el corto plazo, ambos sufren pérdidas. Pero en el mediano y largo plazo, los analistas políticos y financieros advierten que el mayor impacto podría recaer en Trump.
Elon Musk ha planteado públicamente la posibilidad de fundar un nuevo partido político centrista que represente al "80% de los estadounidenses", cansados de los extremos ideológicos.
Además, el programa DOGE que Musk lideraba ha quedado en el limbo, al no alcanzar los ahorros prometidos.
Trump, por su parte, ha recibido fuertes críticas por su reacción emocional y por poner en riesgo contratos con empresas estratégicas para la infraestructura tecnológica y espacial del país.
Esta pelea entre Trump y Musk es un choque de egos y una grieta estructural entre dos visiones del país:
Una visión populista, centrada en el corto plazo, que apela a una base conservadora.
Otra más tecnocrática y disruptiva, impulsada por el sector privado, que busca eficiencia e innovación.
El hecho de que esta ruptura sea pública, con acusaciones cruzadas y consecuencias bursátiles, podría influir en el escenario electoral de 2026 y 2028. También afecta el futuro de iniciativas como la movilidad eléctrica, los lanzamientos espaciales y la política fiscal.
Sí, el conflicto está ampliamente documentado por medios como Reuters, The Washington Post, ABC News y Wall Street Journal, con declaraciones públicas verificadas de ambas partes.
El desacuerdo comenzó con la ley fiscal propuesta por Trump, que Musk calificó como dañina para la economía y la innovación. A eso se sumaron ofensas personales y acusaciones graves.
Las acciones de Tesla cayeron más de 14% en pocos días. Además, SpaceX podría perder contratos gubernamentales importantes, según amenazas del propio Trump.
Sí, lo ha mencionado como una posibilidad real, argumentando que Estados Unidos necesita una opción que represente a la mayoría moderada del país.
El conflicto entre Donald Trump y Elon Musk en plena mitad del 2025 no es solo una pelea entre dos figuras millonarias y carismáticas. Representa un choque ideológico, político y económico con implicaciones profundas en la dirección que tomará Estados Unidos en los próximos años. Tanto si eres un observador de la política estadounidense, un inversor atento a las decisiones macroeconómicas, o simplemente alguien interesado en el impacto de los líderes globales, este evento marca un antes y un después en la relación entre poder político y poder tecnológico.