¿Cuántas veces hemos escuchado frases como “”? Lo cierto es que esperar a la adultez para enseñar sobre finanzas es un error que puede salir caro.

Según la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (), la educación financiera debe comenzar desde que los niños tienen entre 3 y 6 años de edad, cuando ya son capaces de comprender que el dinero se usa para comprar cosas, que no todo se puede tener y que hay que tomar decisiones.

Desde temprana edad, los niños pueden aprender sobre la importancia del dinero (Foto: Canva)
Desde temprana edad, los niños pueden aprender sobre la importancia del dinero (Foto: Canva)

“Los pequeños no están listos para aprender de finanzas”. Es una percepción equivocada

Desde los 3 años, los niños ya muestran conductas relacionadas con el consumo, como pedir juguetes o dulces, lo que representa una oportunidad ideal para introducir conceptos básicos como el valor del ahorro, la diferencia entre necesidades y deseos, o por qué hay que esperar para obtener algo que quieren.

Según la Revista de Educación Financiera de la CONDUSEF, en esta etapa también es posible enseñar que los recursos son limitados, y que mamá o papá no pueden comprar todo al instante.

A partir de los 7 años, los niños pueden involucrarse en juegos que simulan decisiones económicas: armar una tiendita en casa, dividir su domingo en “gastar ahora” y “ahorrar para después”, o participar en dinámicas escolares sobre presupuestos.

Estas actividades no solo los divierten, también les dan herramientas para enfrentar el mundo real desde temprano, cultivando hábitos que podrían prevenir futuros problemas como el sobreendeudamiento, el consumo impulsivo o el desconocimiento financiero.

No se necesita saber de inversiones ni ser economista para comenzar

La clave está en traducir las finanzas a un lenguaje cotidiano y aplicable. Por ejemplo, enseñar que ahorrar no significa dejar de disfrutar, sino postergar la gratificación para lograr algo más grande, como un juguete más deseado o una salida especial.

Mostrar cómo mamá compara precios en el súper, o cómo papá elige qué gastos son prioritarios en casa, son lecciones tan valiosas como las escolares.

La CONDUSEF también insiste en el papel que deben jugar padres, madres y cuidadores en este proceso. La familia es el primer banco, la primera escuela de economía doméstica.

Si en casa se habla de dinero con naturalidad, se establecen reglas claras sobre lo que se puede y no se puede gastar, y se fomenta el diálogo sobre el trabajo, el esfuerzo y la administración, los niños crecen con una relación más sana hacia el dinero.

El sistema educativo tiene también un papel clave que no puede postergarse

Iniciativas como juegos de mesa educativos, actividades lúdicas con monedas ficticias o talleres de ahorro escolar son apenas el inicio. Integrar contenidos financieros desde la educación básica, como recomienda la CONDUSEF, no solo ayudaría a construir generaciones más conscientes, también impactaría directamente en la economía del país.

Aprender de dinero desde pequeños también ayuda a fortalecer la autoestima. Cuando un niño logra comprar algo que quería gracias a su propio ahorro, se siente capaz, independiente y responsable. Esos sentimientos se convierten en decisiones más seguras y menos impulsivas en la adolescencia y adultez, lo que puede marcar una diferencia abismal en su bienestar financiero a largo plazo.

Finalmente, vale la pena recordar que enseñar sobre finanzas no se trata de preocupar a los niños, sino de empoderarlos con herramientas que les sirvan toda la vida. Enseñarles que ahorrar puede ser divertido, que gastar implica pensar y que cada peso tiene valor, es también sembrar en ellos la semilla de la libertad económica. Porque entender el dinero es también entender cómo construir su propio futuro.

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