Hay maneras de vivir que no se eligen, se heredan. Como un murmullo que se pega al cuerpo sin que uno lo note. La forma de caminar con los hombros hacia adentro. La de sentarse siempre al borde de la silla. La de decir, casi sin voz: “así está bien”, “no hace falta más”, “me alcanza”. Y uno cree que es humildad, que es templanza, que es madurez. Pero no.
Es otra cosa. Es aceptar las sobras y llamarlas banquete. Es agradecer lo que no alcanza. Es acostumbrarse a pagar siempre uno, aunque no le sobre. Es convencerse de que desear más es pecado.
Y no, no se trata de llenarse de deudas ni de volverse un monstruo insaciable, se trata de dejar de pensar que conformarse es virtud. Ser migajero en la vida, y con el dinero, es solo una forma de rendirse que aprendimos demasiado bien.
Las migajas no son solo monetarias: también son mentales. Crecer escuchando que el dinero es peligroso, que los ricos son malos, o que la humildad se mide en cuántas cosas puedes negarte a ti mismo, deja huella. Una que muchas veces se disfraza de “prudencia” pero que en realidad es miedo.
Miedo a recibir. Miedo a merecer. Miedo a prosperar. Y ese miedo se nota en cómo manejas tus finanzas. En cómo ahorras sin meta, en cómo inviertes sin entender, en cómo aceptas trabajos mal pagados porque “algo es algo”.
Hay una diferencia entre ser responsable y ser migajero. El migajero piensa en el presente inmediato y se castiga si gasta. El responsable planea, invierte, se da sus gustos, y no se sabotea.
Aprender a manejar tus finanzas no es solo usar Excel o invertir en CETES. Es hacerte una pregunta importante:
¿Qué tan cómodo me siento con la abundancia?
Si la respuesta es “incómodo”, ahí está el problema. Y no es matemático. Es emocional.
Este artículo es sobre cómo te tratas a ti mismo cuando el dinero entra a la conversación. Sobre cómo el modo en que administras tus recursos dice más de tu historia emocional que de tu salario.
No seas migajero con tu vida. Porque quien vive de migajas, aprende a amar desde ahí también, y eso contamina todo: las relaciones, los sueños, la carrera, la salud.
El dinero es una herramienta, no una prueba de moral. Y como toda herramienta, puede liberarte o encadenarte. La elección no está en cuánto ganas, sino en desde dónde decides usarlo.
Es vivir desde la escasez, negándote constantemente a recibir más, ya sea por miedo, culpa o creencias limitantes.
No. La responsabilidad financiera incluye cuidar tus recursos, pero también reconocer tu valor y darte una vida digna. La austeridad excesiva puede ser una forma de autosabotaje.
Empieza por identificar tus creencias limitantes, capacítate financieramente, establece metas reales y trabaja tu relación emocional con el dinero. Darte tus gustos también es una forma de sanación.